De otro palo

En el cumple de Marisol había mucha gente que no conocía. Miraba a todos lados y a lo largo de la mesa los invitados hablaban entre sí de temas e historias en común de las que yo era ajeno. El abuelo y el tío discutían acerca de la política adoptada por el gobierno con respecto a las deudas internacionales. Todos comían y reían mientras yo simplemente observaba y atendía a las conversaciones.
Luego de un par de horas de normalidad se sumó Estela, la hermana de Marisol con Clarita, su hija recién nacida. En realidad Clarita tenía casi diez meses, pero para los que concurríamos a esa casa sólo una vez por año nos parecía recién nacida. Esta visita generó una catarata de halagos hacia la bebé que miraba sin entender mucho.
Todas las miradas se centraron en ella, se paró sobre la mesa y acercándose a la torta la pisó y enterró toda su manecita en el bizcochuelo. Mi pensamiento inmediato fue: "la matan"... pero no, ante su rostro infantil, todos se quedaron mirándola acaramelados y con una sonrisa.
Rápidamente se paró, se limpió la mano enchastrada de chocolate, merengue y duraznos en almibar, en el vestido de Marisol pese a los escasos intentos de la madre de limpiarla con la servilleta de papel. Mari no se hizo el menor problema, sino que al contrario festejó el momento como algo normal. Enamorada, Melisa intentó alzarla en sus brazos, pero Clarita con su sonrisa inocente, le mordió la mano con tanta fuerza que con sus tres dientes atravesó la piel, quedando con parte de ella en la boca. Todos rieron al unísono. Mientras que, en medio de las lágrimas de risa intentaban frenar la hemorragia de la mano de Melisa, Clarita tomó el cuchillo y se lo enterró en el medio del estómago a Juani, que pasó en un segundo de estar "descostillado de la risa" a estar "destripado".
En una demostración de la inquietud de una criatura de su edad, caminando a los tumbos llegó hasta César y con el encendedor con el que habían encendido las velitas, prendió fuego su cabeza. La sonrisa de la chiquita se encendió y con los ojos brillosos y aplaudiendo cantó: "Pukaa sheeliiii". A lo que la madre orgullosa y llena de emoción le dijo a Marisol "Mirá que liinda! te está cantando 'Que los cumplas feliz'!".
Todos sonrieron y completaron la gracia con aplausos. Definitivamente hay familias que son de otro palo, a las que nunca entenderé y que tienen actitudes que nos alejarán de por vida: Tenían cortinas rosas de seda por sobre una ventana de chapa... cosa de locos.

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