Hacia dónde vamos? (II)
Vos que le echas la culpa
a bolivianos y peruanos,
a los que cortan rutas
o están sus tierras reclamando,
no seas tan tarado,
el que te jode está a tu lado
Los diarios le dan tapa
y la tele un buen horario,
se sienta a cualquier mesa
a negociar la sangre nueva
La Primera frase de esta estrofa me hace pensar varias cosas, entre ellas:
Recuerdo que hace unos años leí en el libro “Uno y el Universo” de Sábato, su definición o ensayo acerca del fascismo. Es un texto que tiene más de 50 años, pero que conserva una vigencia lamentable. Voy a resumirlo todo lo que pueda (dado que es bastante largo) para que no se les haga pesau, sería interesante que alguno lo lea.
Si se piensa que el fascismo es un producto específicamente alemán o italiano; si se cree que es resultado de una mentalidad que sólo puede darse en esos pueblos, entonces es claro que su capitulación, el desmantelamiento de su industria pesada, el fusilamiento de los líderes y la reeducación de sus hombres señalarían el fin del fascismo y de la guerra, que es su producto inevitable.
Peligrosa ingenuidad: las causas del fascismo están latentes en todas partes y puede resurgir en muchos otros países, si las condiciones son propicias. No se defiende aquí la ingenuidad de que el fascismo alemán pueda resurgir en otros lugares con idénticos atributos; la historia nunca se repite. Se defiende la hipótesis de que puede resurgir con sus atributos de barbarie espiritual, esclavitud de las almas y de los cuerpos, odio nacional, demagogia y guerra. No es una hipótesis aventurada: el fascismo ha nacido en la crisis general de un sistema; vivimos en un período de transformación más vasto y profundo que el que señaló el fin del Imperio Romano o el fin de la aristocracia feudal en Europa. Esta crisis no ha sido resuelta, por cierto, con la derrota militar de Alemania.
Lejos de ser un movimiento anticapitalista, el fascismo se inició como la manifestación más brutal y cínica del régimen en bancarrota. Esto no quiere decir, de ningún modo, que todos los líderes nazis fueran conscientes de este papel histórico de guardaespaldas del capitalismo. Es muy probable que muchos de ellos pensaran que se hallaban empeñados en una revolución contra la plutocracia; pero estas son interpretaciones de hechos, ya no simplemente hechos. Lo cierto es que el movimiento fue apoyado por los grandes financistas alemanes y extranjeros; que luego haya tomado autonomía propia, es también cierto; pero eso sucede siempre en la historia: los medios se transforman en fines, y lo que fue un bárbaro medio de parar la revolución en Europa se convirtió, durante el proceso mismo, en la barbarie por la barbarie misma, en el odio por el odio y en el poder por el poder.
Admitiendo que el nazismo surgió de la crisis del capitalismo y como una forma de detener la revolución, puede parecer contradictorio que haya contado con la opinión y hasta con el fanatismo de las grandes masas. No veo nada teóricamente decisivo en esta contradicción: las masas no se mueven mecánicamente, a impulsos de sus apetitos materiales, sino psicológicamente, a impulsos de las ideas o de las fes que algunos hombres les han inculcado; si esos hombres tienen suficiente habilidad, pueden mover a las masas en contra de sus intereses más profundos; hay muchos ejemplos en la historia, pero quizá ninguno tan ejemplar y trágico como el fascismo: las masas llegaron a apoyar con fanatismo a un movimiento que en última instancia estaba destinado a esclavizarlas, embrutecerlas y lanzarlas a la guerra más sangrienta de toda la historia.
Es fácil explicar este fenómeno en Alemania: había un resentimiento contra los países aliados, había miedo por el futuro, había desconfianza en los partidos obreros —que estaban en lucha entre sí y no se manifestaban capaces de resolver los problemas—. El partido nacionalsocialista aprovechó toda esta materia prima, desató odios unificadores y erigió, mediante la propaganda, el sofisma como sistema.
El fascismo empleó un lenguaje anticapitalista y vociferó que luchaba contra los países “plutócratas”, desvió la atención de la esencia del problema, haciendo creer al pueblo que capitalismo y judaísmo eran la misma cosa y que, por lo tanto, matar y torturar judíos era una operación equivalente a suprimir la banca privada. Aprovechó la confusión vulgar de revolución con violencia, la reforzó e hizo olvidar que las más nítidas contrarrevoluciones han sido bárbaras y violentas (la represión de la Comuna, la represión del movimiento chino).
Hay quienes creen que siendo el fascismo un fenómeno alemán, no hay de qué preocuparse una vez que Alemania esté aniquilada militarmente. De todas las formas de hacer el juego al fascismo, creo que esta es una de las más sutiles, porque facilita su resurgimiento en cualquier otro país del mundo (Estados Unidos, por ejemplo).
Esta concepción está vinculada a la creencia de que en los alemanes hay algo misterioso y oculto que los distingue de los demás. En esto, por lo visto, esta clase de antinazis están de acuerdo con los nazis. ¡Extraña y retorcida forma de apoyar las doctrinas racistas!
Los partidarios de esta doctrina consideran que en el fondo de todo alemán hay un invariante que desafía las transformaciones seculares de la economía, de la política, de los regímenes sociales, de las costumbres. Ese invariante sería un germen misterioso de militarismo, disciplina ciega y aptitud para la barbarie.
Es fácil comprobar que esta doctrina seudocientífica no revela nada necesario ni suficiente del hombre germano. Que para ser germano no es necesario ser bárbaro, lo revela una simple enumeración: Leibniz, Kant, Nietzsche, Bach, Beethoven, Mozart, Gauss, Riemann, Weierstrass, Bolzano, Hubert, Planck, Ostwald, Goethe, Schiller, Lessing, Novalis, Hoelderlin, Haendel, Schubert, Schumann; sería inútil hacerla completa y ordenada: todos sabemos que no hay rama de la ciencia, de la filosofía o de las artes más delicadas que no haya sido enriquecida por alemanes. Que para ser germánico no es suficiente ser bárbaro lo revela otra enumeración: Atila, Juan Vicente Gómez, los miembros del Ku-Klux-Klan, la Inquisición, la policía social de cualquiera de nuestros países; tampoco es necesario completar u ordenar esta lista: la historia nos revela que cada vez que las condiciones, la época, las costumbres y las luchas lo han permitido o facilitado, el hombre ha descendido a las más abominables profundidades de crueldad y refinamiento en el sadismo.
Es explicable, pues, que bajo su forma más brutal el fascismo haya estallado en Alemania: había condiciones sociales y económicas que en todo el mundo señaló la culminación de la crisis; había, además, condiciones nacionales propicias; había un hombre medio, bien preparado para el fascismo por sus características de obediencia y militarismo; había, en fin, un núcleo de bandoleros bien decididos y con un programa claro de combate.
Es difícil que todas estas circunstancias se reúnan nuevamente en otro país; pero esa improbable reunión sería necesaria para reproducir el mismo tipo del nazismo alemán. El peligro no está en esa utópica reencarnación sino en el triunfo del nazismo en condiciones diferentes, lo que sí cuenta con gérmenes y probabilidades en muchos países del mundo. En tanto que bárbaro y demagógico movimiento producto del derrumbe de un sistema, puede darse en muchas partes fuera de Alemania. Eso es lo verdaderamente importante y esa es la razón por la cual la identificación del fascismo con los alemanes es una de las formas más peligrosas de hacer el juego a ese movimiento.
Hay ciertos sentimientos y prejuicios que es muy difícil recoger una vez vertidos; el nazismo ha hecho recrudecer el antisemitismo en los países donde era activo y lo ha hecho surgir en otros donde era casi inexistente; ha divulgado sofismas sobre la inferioridad de ciertas razas; ha provocado una nueva ola de nacionalismo agresivo en todo el mundo; ha destruido la fe en el respeto mutuo, en la dignidad humana, en las virtudes de la tolerancia, de la razón y de la discusión. La humanidad necesitará mucho tiempo para restaurar estos sentimientos y no sé si podrá hacerlo en tanto las naciones que pueden abrir nuevas y grandes rutas para la historia persistan en el insensato mantenimiento en formas caducas.
a los que cortan rutas
o están sus tierras reclamando,
no seas tan tarado,
el que te jode está a tu lado
Los diarios le dan tapa
y la tele un buen horario,
se sienta a cualquier mesa
a negociar la sangre nueva
León Gieco, Bandidos Rurales,
"El ídolo de los quemados"
"El ídolo de los quemados"
La Primera frase de esta estrofa me hace pensar varias cosas, entre ellas:
- Los carteles del “Zapato Argentino” haciendo referencia a que deberíamos contratar mano de obra argentina en vez de Boliviana o Peruana.
- Comentarios de mucha gente como por ejemplo: “Acá lo que hay que hacer para acabar con los problemas de desempleo es, meter a todos los bolivianos y peruanos en un colectivo y mandarlos nuevamente a su país”. Supongo que matarlos hubiera estado mejor para aquellas personas, pero no se animaron a decirlo.
- Pensar en las condiciones denigrantes en que viven los inmigrantes, ahorrando todo lo que se pueda para poder enviar dinero a sus familiares que mueren de hambre en su país, me recuerda a lo que hacen miles de argentinos en España, Italia, EEUU, etc... Pero claro, “pobres, están porque no tenían otra alternativa”, como si los bolivianos y peruanos hubieran elegido sonriendo triunfar en Argentina y venir a saquear nuestras riquezas.
- El dinero que pueden llevarse los inmigrantes es sólo un gramo de tierra en comparación con los millones que se llevan las grandes empresas Multinacionales y estafadores nacionales. Pero claro, ellos son lindos, salen en televisión, nos dan laburo por 400 pesos mensuales y la posibilidad de ganarnos un viaje a Disney (¿no será que son ellos los que nos están generando odio contra los inmigrantes para que no veamos lo que hay atrás de la pantalla?).
FASCISMO.
Si se piensa que el fascismo es un producto específicamente alemán o italiano; si se cree que es resultado de una mentalidad que sólo puede darse en esos pueblos, entonces es claro que su capitulación, el desmantelamiento de su industria pesada, el fusilamiento de los líderes y la reeducación de sus hombres señalarían el fin del fascismo y de la guerra, que es su producto inevitable.
Peligrosa ingenuidad: las causas del fascismo están latentes en todas partes y puede resurgir en muchos otros países, si las condiciones son propicias. No se defiende aquí la ingenuidad de que el fascismo alemán pueda resurgir en otros lugares con idénticos atributos; la historia nunca se repite. Se defiende la hipótesis de que puede resurgir con sus atributos de barbarie espiritual, esclavitud de las almas y de los cuerpos, odio nacional, demagogia y guerra. No es una hipótesis aventurada: el fascismo ha nacido en la crisis general de un sistema; vivimos en un período de transformación más vasto y profundo que el que señaló el fin del Imperio Romano o el fin de la aristocracia feudal en Europa. Esta crisis no ha sido resuelta, por cierto, con la derrota militar de Alemania.
Lejos de ser un movimiento anticapitalista, el fascismo se inició como la manifestación más brutal y cínica del régimen en bancarrota. Esto no quiere decir, de ningún modo, que todos los líderes nazis fueran conscientes de este papel histórico de guardaespaldas del capitalismo. Es muy probable que muchos de ellos pensaran que se hallaban empeñados en una revolución contra la plutocracia; pero estas son interpretaciones de hechos, ya no simplemente hechos. Lo cierto es que el movimiento fue apoyado por los grandes financistas alemanes y extranjeros; que luego haya tomado autonomía propia, es también cierto; pero eso sucede siempre en la historia: los medios se transforman en fines, y lo que fue un bárbaro medio de parar la revolución en Europa se convirtió, durante el proceso mismo, en la barbarie por la barbarie misma, en el odio por el odio y en el poder por el poder.
Admitiendo que el nazismo surgió de la crisis del capitalismo y como una forma de detener la revolución, puede parecer contradictorio que haya contado con la opinión y hasta con el fanatismo de las grandes masas. No veo nada teóricamente decisivo en esta contradicción: las masas no se mueven mecánicamente, a impulsos de sus apetitos materiales, sino psicológicamente, a impulsos de las ideas o de las fes que algunos hombres les han inculcado; si esos hombres tienen suficiente habilidad, pueden mover a las masas en contra de sus intereses más profundos; hay muchos ejemplos en la historia, pero quizá ninguno tan ejemplar y trágico como el fascismo: las masas llegaron a apoyar con fanatismo a un movimiento que en última instancia estaba destinado a esclavizarlas, embrutecerlas y lanzarlas a la guerra más sangrienta de toda la historia.
Es fácil explicar este fenómeno en Alemania: había un resentimiento contra los países aliados, había miedo por el futuro, había desconfianza en los partidos obreros —que estaban en lucha entre sí y no se manifestaban capaces de resolver los problemas—. El partido nacionalsocialista aprovechó toda esta materia prima, desató odios unificadores y erigió, mediante la propaganda, el sofisma como sistema.
El fascismo empleó un lenguaje anticapitalista y vociferó que luchaba contra los países “plutócratas”, desvió la atención de la esencia del problema, haciendo creer al pueblo que capitalismo y judaísmo eran la misma cosa y que, por lo tanto, matar y torturar judíos era una operación equivalente a suprimir la banca privada. Aprovechó la confusión vulgar de revolución con violencia, la reforzó e hizo olvidar que las más nítidas contrarrevoluciones han sido bárbaras y violentas (la represión de la Comuna, la represión del movimiento chino).
Hay quienes creen que siendo el fascismo un fenómeno alemán, no hay de qué preocuparse una vez que Alemania esté aniquilada militarmente. De todas las formas de hacer el juego al fascismo, creo que esta es una de las más sutiles, porque facilita su resurgimiento en cualquier otro país del mundo (Estados Unidos, por ejemplo).
Esta concepción está vinculada a la creencia de que en los alemanes hay algo misterioso y oculto que los distingue de los demás. En esto, por lo visto, esta clase de antinazis están de acuerdo con los nazis. ¡Extraña y retorcida forma de apoyar las doctrinas racistas!
Los partidarios de esta doctrina consideran que en el fondo de todo alemán hay un invariante que desafía las transformaciones seculares de la economía, de la política, de los regímenes sociales, de las costumbres. Ese invariante sería un germen misterioso de militarismo, disciplina ciega y aptitud para la barbarie.
Es fácil comprobar que esta doctrina seudocientífica no revela nada necesario ni suficiente del hombre germano. Que para ser germano no es necesario ser bárbaro, lo revela una simple enumeración: Leibniz, Kant, Nietzsche, Bach, Beethoven, Mozart, Gauss, Riemann, Weierstrass, Bolzano, Hubert, Planck, Ostwald, Goethe, Schiller, Lessing, Novalis, Hoelderlin, Haendel, Schubert, Schumann; sería inútil hacerla completa y ordenada: todos sabemos que no hay rama de la ciencia, de la filosofía o de las artes más delicadas que no haya sido enriquecida por alemanes. Que para ser germánico no es suficiente ser bárbaro lo revela otra enumeración: Atila, Juan Vicente Gómez, los miembros del Ku-Klux-Klan, la Inquisición, la policía social de cualquiera de nuestros países; tampoco es necesario completar u ordenar esta lista: la historia nos revela que cada vez que las condiciones, la época, las costumbres y las luchas lo han permitido o facilitado, el hombre ha descendido a las más abominables profundidades de crueldad y refinamiento en el sadismo.
Es explicable, pues, que bajo su forma más brutal el fascismo haya estallado en Alemania: había condiciones sociales y económicas que en todo el mundo señaló la culminación de la crisis; había, además, condiciones nacionales propicias; había un hombre medio, bien preparado para el fascismo por sus características de obediencia y militarismo; había, en fin, un núcleo de bandoleros bien decididos y con un programa claro de combate.
Es difícil que todas estas circunstancias se reúnan nuevamente en otro país; pero esa improbable reunión sería necesaria para reproducir el mismo tipo del nazismo alemán. El peligro no está en esa utópica reencarnación sino en el triunfo del nazismo en condiciones diferentes, lo que sí cuenta con gérmenes y probabilidades en muchos países del mundo. En tanto que bárbaro y demagógico movimiento producto del derrumbe de un sistema, puede darse en muchas partes fuera de Alemania. Eso es lo verdaderamente importante y esa es la razón por la cual la identificación del fascismo con los alemanes es una de las formas más peligrosas de hacer el juego a ese movimiento.
Hay ciertos sentimientos y prejuicios que es muy difícil recoger una vez vertidos; el nazismo ha hecho recrudecer el antisemitismo en los países donde era activo y lo ha hecho surgir en otros donde era casi inexistente; ha divulgado sofismas sobre la inferioridad de ciertas razas; ha provocado una nueva ola de nacionalismo agresivo en todo el mundo; ha destruido la fe en el respeto mutuo, en la dignidad humana, en las virtudes de la tolerancia, de la razón y de la discusión. La humanidad necesitará mucho tiempo para restaurar estos sentimientos y no sé si podrá hacerlo en tanto las naciones que pueden abrir nuevas y grandes rutas para la historia persistan en el insensato mantenimiento en formas caducas.
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