De otro palo
En el cumple de Marisol había mucha gente que no conocía. Miraba a todos lados y a lo largo de la mesa los invitados hablaban entre sí de temas e historias en común de las que yo era ajeno. El abuelo y el tío discutían acerca de la política adoptada por el gobierno con respecto a las deudas internacionales. Todos comían y reían mientras yo simplemente observaba y atendía a las conversaciones. Luego de un par de horas de normalidad se sumó Estela, la hermana de Marisol con Clarita, su hija recién nacida. En realidad Clarita tenía casi diez meses, pero para los que concurríamos a esa casa sólo una vez por año nos parecía recién nacida. Esta visita generó una catarata de halagos hacia la bebé que miraba sin entender mucho. Todas las miradas se centraron en ella, se paró sobre la mesa y acercándose a la torta la pisó y enterró toda su manecita en el bizcochuelo. Mi pensamiento inmediato fue: "la matan"... pero no, ante su rostro infantil, todos se quedaron mirándola acaramelados