Gustavo Adolfo

-¡No! ¡No! -exclamó el joven
incorporándose colérico en su sitial-; no quiero nada...
es decir, sí quiero... quiero que me dejen solo...
Cantigas... mujeres... glorias... felicidad...
mentiras todo, fantasmas vanos
que formamos en nuestra imaginación

y vestimos a nuestro antojo, y los amamos y corremos tras ellos,
¿para qué?, ¿para qué?, para encontrar un rayo de luna.

Manrique estaba loco: por lo menos, todo el mundo lo creía así.
A mí, por el contrario, se me figuraba
que lo que había hecho era recuperar el juicio.
Rimas. Gustavo Adolfo Becquer

20 octubre de 1537. Sentado a la orilla del Mar Rojo... a la espera de esa ola que se acerca y se despide siempre de forma tan efímera (así son ellas). Los segundos pasan lentos a medida que se acerca la hora indicada. Yo la esperaré. Aunque siempre sea lo mismo, aunque no dependa de mí sino de la luna que ella se quede esta vez uno, dos, tres segundos más. Aunque en ese lapso que siempre deja con ganas, uno sólo atine a contemplarla y sonreirle. Aunque una cacatúa que sólo sabe repetir mal algunas palabras que el mundo se empeña en enseñarle, me grite al oído y pretenda que yo me olvide de ella, de mi ola. Aunque sólo pueda disfrutarla con el rabillo del ojo, siguiendo su recorrido, acercándose a mi orilla, alejándose sin prisa. Yo la esperaré.

27 octubre 1621. el mar rápido y agitado... prohibido zambullirse... la ola pasa a velocidad risa... la arena se mete en mis ojos y me impide verla con claridad... alejándose me sonríe y me promete peces de colores para la próxima... intuyo que ella sabe que la espero... siempre sentado en la orilla para verla pasar y pasar...

03 noviembre de 1764 .... y las hormigas se mueven. Corren hacia todos lados, me llaman y me invitan a seguirlas. La vista no las puede abarcar todas, pero reclaman que lo haga. Son increíbles. Esfuerzo extremo por lograr que todas ellas se junten simultáneamente en mi cabeza, pese a estar en movimiento sobre la palma blanca... Me distraen y me llevan... sólo cuando siento una gota que me salpica, vuelvo a este planeta de secuencias cronológicas, donde nada es simultáneo, donde existe el tiempo, y llego tarde, y mi ola se fue...

10 noviembre de 1853. y sucedió lo que algún día iba a pasar... ahogado por la espera... esperándola... parecieran siglos sentado en la orilla... y nunca volvió... y me sumergí a buscarla...

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