Audrey
Se asomó en el mar de cabezas, intentando que su vista superara la media, intentando encontrar el tesoro oculto que lo esperaba.
La vio sentada en el fondo. Los lentes tapaban sus ojos y no pudo mirarla. Se dejó llevar por la gente que bajaba y subía, avanzando posiciones en su camino hacia ella. Se entregó al destino, apostando su suerte a que el futuro se imponga y lo deje cara a cara.
Los nervios aumentaban paso a paso, su corazón comenzaba a pasarle facturas y la transpiración lo abrazaba mientras la distancia se hacía más corta. Al fin se detuvo, faltaban sólo un par de metros. Aprovechó esa situación para tranquilizarse. Convenció a su cuerpo de que volviera a respirar, a su corazón para que cese con su baile y a su mano para que encuentre asilo en su bolsillo. Y allí la encontró, su silueta en el reflejo de la ventana le permitía un esbozo de rostro que cerraba sus ojos detrás de los vidrios oscuros.
El libreto se repetía una y otra vez en su mente. La cuerda del telón se encontraba tensa y con intenciones de subir. Cuando por fin llegó el momento de hablar, en el que el público presente aguardaba sus palabras minuciosamente escritas para la situación, ella tocó el timbre y bajó la escalera de prisa.
La vio sentada en el fondo. Los lentes tapaban sus ojos y no pudo mirarla. Se dejó llevar por la gente que bajaba y subía, avanzando posiciones en su camino hacia ella. Se entregó al destino, apostando su suerte a que el futuro se imponga y lo deje cara a cara.
Los nervios aumentaban paso a paso, su corazón comenzaba a pasarle facturas y la transpiración lo abrazaba mientras la distancia se hacía más corta. Al fin se detuvo, faltaban sólo un par de metros. Aprovechó esa situación para tranquilizarse. Convenció a su cuerpo de que volviera a respirar, a su corazón para que cese con su baile y a su mano para que encuentre asilo en su bolsillo. Y allí la encontró, su silueta en el reflejo de la ventana le permitía un esbozo de rostro que cerraba sus ojos detrás de los vidrios oscuros.
El libreto se repetía una y otra vez en su mente. La cuerda del telón se encontraba tensa y con intenciones de subir. Cuando por fin llegó el momento de hablar, en el que el público presente aguardaba sus palabras minuciosamente escritas para la situación, ella tocó el timbre y bajó la escalera de prisa.
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