Al costado de la vía
Y ahí la vi a ella, sentada al borde del terraplén. Me pareció que lloraba y me acerqué. Había gente dando vueltas por allí, pero ninguno quiere problemas ajenos. Ya bastante tienen con los propios. Ella lloraba angustiada al lado de la vía, pero nadie paraba.
A mí me gusta charlar, así que me acerqué y le pregunté:
-Estás bien? te puedo ayudar con algo?
-Sí, podés ayudarme a morir. Así me vas a ayudar.
-No encontraste la persona que te invite a disfrutar de esta vida. Esta vida es genial. Todo puede pasar!
Ella se quedó mirándome en mi locura. Le dije:
-Vení, dame la mano.
Me dio la mano y caminó unas cuadras conmigo. Me contó que era chaqueña. Que estaba sola. Recién separada. Que esto. Que lo otro. Le hice un par de chistes y la hice parar al lado de la vía.
Le dije que hoy trenes no iban a pasar. Que pruebe mañana temprano que quizás salía alguno.
-Hoy no vas a tener éxito. Probá mañana.
Viste cómo soy yo. Se empezó a reír. Luego a llorar. Y reír nuevamente. Y a llorar. Reír, llorar. Estaba muy mal y justo le tocó un pelotudo como yo que la hace reír. Ahí nomás le dije:
-Te voy a cobrar por risa y te voy a descontar por lágrima, así que hacelo parejito.
Siguió riendo y se le fue cambiando la cara.
Quizás para muchos fue una boludez, pero para mí fue muy importante. Empezó a sonreír. Me pidió el número de teléfono. Me agradeció.
Por las dudas hoy a las ocho menos cuarto la volví a llamar, antes de que pase el tren. Me atendió contenta.
-Ya no tengo ganas de matarme.
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