Sr. Iraola

 En los 2000, las posibilidades de conseguir un trabajo eran mínimas. Fueron meses de hacer colas y colas para entregar currículums. Me levantaba temprano, buscaba en el diario todas las ofertas laborales que más o menos se adaptaban a mis posibilidades, hacía un mapa donde marcaba todos los lugares que debía visitar y salía, medio trajeado, medio disfrazado a enfrentar la suerte del día.

Al mediodía me iba aun Ugis y por $ 2 me comía algo parecido a media pizza con costra que decía ser queso y una pecsi en lata. Para que la cosa tuviera algo de sabor, le echaba un poco de unas especias que te daban dentro de un frasco. Provenzal, le decían.

Así estuve semanas y semanas, todos los días consumiendo mis ahorros y pasé por infinidad de castings laborales donde en la mayoría me decían que yo estaba demasiado calificado para el puesto.

La realidad es que yo buscaba trabajo de lo que venga. Había sido encargado de cómputos de un mayorista y eso me daba chapa. También había sido gerente de telemarketing y había tenido 15 personas a mi cargo. Eso a mis 23 años era un montonazo. Pero no había laburo. Yo me postulaba hasta para atender un kiosko o ser repositor, o lo que sea. Necesitaba un ingreso, como los otros 1000 que estaban en la cola conmigo.

Un día caí en una empresa de Vicente López que buscaba alguien que se encargue de los "sistemas". Era una empresa grande pero familiar, bastante tradicionalista en sus relaciones. Tuve un par de entrevistas con la encargada y luego con Raúl Iraola, el dueño, en las que desplegué todo mi carisma y conocimiento. Quedaron maravillados, pero necesitaban una prueba final para verificar que efectivamente yo sabía tanto como decía: 

-Mañana te venis a mi casa, donde te va a hacer una entrevista mi hijo, que es el que entiende de informática y que nos está haciendo los trabajos por ahora. Acá tenés la dirección.

Al otro día fui hasta la casa, en San Isidro. Una mansión. Me recibe el hijo y me hace pasar a un estudio/oficina. Ahí me hizo hacer muchas cosas en excel, cálculos, búsquedas en la web (no muchos manejaban internet en ese momento), access y algunas boludeces más. Obviamente hice todo ferpecto y el flaco quedó sorprendido. Cuando terminamos le dio el visto bueno al padre, me felicitó y me dio la bienvenida a la empresa.

-Tengo que salir para la empresa, ¿necesitás que te acerque?- preguntó Raúl Iraola

-Perfecto, muchas gracias.

En el viaje conversamos trivialidades, me contó cosas de la empresa, de cómo se venían manejando hasta el momento y de cómo iba a ser útil mi conocimiento.

Al momento de llegar al final del recorrido me bajo y le digo.

-Muchas gracias Raúl, quedo a la espera del llamado.

-Señor Iraola para vos - contestó, cortante y serio, casi con tono de enojo.

No me llamaron durante la semana. Al consultar telefónicamente, me dijeron que "no había quedado seleccionado".

Los inicios del 2000, como continuación de los '90 fueron épocas donde había hijos de puta que sabían de la necesidad del pueblo. Había hijos de puta que se daban el gusto de echar o desechar algún laburante porque no le dijo "Señor". Total, siempre hay 200 tipos atrás que aceptarían las condiciones. Muchos añoran esos momentos de mano de obra regalada y flexibilización laboral.

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