Diez de septiembre de 2023. Dorita, con sus 85 años estaba cansada de esa pérdida. La vecina le venía reclamando desde hacía meses pero ella sola no se podía hacer cargo. Estuvo pateando el tema con la culpa de saber que el agua se filtraba desde el baño y le estaba arruinando el techo a Emma y su novio. A Emma la conocía desde chiquita por lo que había cierta confianza, pero el remordimiento por no poder solucionarle el tema la tenía mal. Una cosa es vivir sola a esa edad, hacer sus compras, mandados y arreglos menores, pero esto ya incluía que alguien se meta en su casa, le rompa los azulejos, le cobre por un trabajo que ella no entendía y por eso necesitaba ayuda. Jorge, el mayor, ya le había dicho que él se iba a encargar, pero con su laburo siempre estaba corto de tiempo. Con Eduardo no podía contar, tenía que venir desde Avellaneda y no podía coordinar para semejante obra. Para no joder a ninguno de los dos, habló con el encargado del edificio, para que le recomendara un plomero