Círculo
Hace exactamente seis años, de forma inconciente y sin ningún tipo de premeditación, abría un círculo por el que intentaría caminar sin saber hacia dónde me llevaría. Tal como he recordado en alguna oportunidad, Dolina tiene la teoría de que “todo lo que hacemos es para enamorar mujeres”; y no me parece mal. Quizás ese fue el motivo por el cuál empecé a escribir acá.
Acabo de terminar de leer la novela “El pibe que arruinaba las fotos”, de Hernán Casciari. Es un libro que había leído ya de otra forma, por separado, semanalmente cuando el Gordo iba publicando sus cuentos en Orsai. Esos cuentos que terminaron siendo novela, según palabras del autor, para cerrar un círculo. Él habla también de los pequeños milagros, y así es como empieza mi camino, o mejor dicho, así es como termina.
Quiso el azar que todo esto empezara con mi fantasía intentando contar una anécdota o la esencia de la misma. Esa anécdota se transformó en el primer cuento de este espacio. Quiso el azar también, que mi fantasía situara los hechos en un colectivo 71, ya que me gustaba el recorrido por las vueltas que daba para llegar a Urquiza, donde vive mi tía, a quién iba a visitar cada no poco tiempo. Ese cuento se llamó “Taxi!”. Seguramente la anécdota real, situada en otro tiempo y otro espacio era más simple, incluso más linda que lo relatado en el cuento. Es probable. Pero de haber contado lo real, no habría existido este pequeño milagro.
Casi cuatro años estuve escribiéndole a la coprotagonista del cuento. Cuatro años sin conocer su cara. Cuatro años buscándola por los rincones, debajo de las baldosas, en los ojos de todas, en los cuentos de otros, en las películas, en mi imposible recuerdo. Luego de mucho buscar, llegué a unificar ciertas características de esa búsqueda en el personaje que interpretó Audrey Tautou: “Amélie”.
Disfruté mucho durante ese tiempo, intentando imaginar distintas formas de enamorarla, escribiendo pensamientos, opiniones, cuentos, fantasías, ideales, chistes y unas cuantas estupideces más que el único objetivo que tenían era el de describirme para que me conozca. Tuve momentos muy lindos y divertidos que me llenaron de orgullo. Tener desconocidos lectores asiduos como Camisay, Amapola, El Pibe, Cordín fue como descubrir distintos amigos a quienes contar cosas. También me emocioné cuando ví algunos de mis textos citados o copiados en páginas de otras personas, o cuando Lalo Mir y Pergolini se encantaron con el video de “La Caída”. La pasé bien y espero que alguno de ustedes también. Y todo esto por caminar por un círculo (que en ese momento no sabía que era esa figura geométrica) que comienza y termina en el mismo punto.
Los círculos que uno abre inconcientemente, cuesta cerrarlos concientemente. Pero hay que hacerlo.
Casi cuatro años después, quiso nuevamente el azar que empiece a trabajar en Martínez y, en consecuencia, que tenga que tomarme el 71 para llegar. Y allí es donde empieza a cumplirse el milagro. Uno de tantos días, entre mis lecturas bondianas matutinas, levanté la vista y me quedé paralizado cuando la vi. Ahí estaba ella. La que tanto había buscado. Ahí estaba ella: Mi Amélie.
No pude dejar de mirarla, fascinado y asustado. Sabía que era ella, la que había buscado todo este tiempo, a quien le escribí durante cuatro años, a quien le conté sobre mí, mis mierdas y mis humores. Tal como en mi cuento, estaba yo ahora convertido en protagonista, en el 71 necesitando decir las palabras correctas antes de bajarme, pero el destino fue más rápido y ella se levantó y tocó el timbre.
Tuve que tomar una decisión que yo sabía que cambiaría mi vida. Bajé detrás de ella, y pidiéndole disculpas por interrumpir la música de sus auriculares, le dije lo hermosa que era. Nada más. Ella sonrió, tal como yo esperaba que lo hiciera y me dí cuenta que tenía que contarle en veinte segundos quién era yo, mis sueños, mi búsqueda, la magia que la rodeaba y lo importante que era ella para mí.
Sólo atiné a hacer lo único que podía hacer. Tomé el boleto del 71 y escribí: www.pajarojuarez.com.ar.
Me despedí con el corazón latiendo a un millón por segundo sin siquiera preguntarle el nombre.
Había descubierto a quién le estaba escribiendo. Ahora sabía que había encontrado a esa persona a la que le iba a contar todo durante el resto de mi vida, pero cara a cara.
A partir de ese día, hice lo único que podía hacer. Le escribí a ella en esta página tres posts bajo el nombre de “Amélie”. También le escribí varios textos que nunca publiqué y que se los envié una vez que obtuve el mail.
No sé si fue un milagro; no sé si estaba escrito; no sé si fue todo producto de mi fantasía. Lo único que sé es que cuatro meses después estábamos esperando una hija, que no podía llamarse de otra forma que Amélie. Que ocho meses más tarde nos casamos y un año después decidimos emprender un nuevo camino en La Plata. Abrir un nuevo círculo por donde podamos caminar los tres.
Para emprender ese camino, necesito hacer algo. Para abrir un nuevo círculo por donde caminar, debo cerrar el anterior, y por eso estas líneas.
Tengo en mi cabeza muchas cosas para escribir, muchas cosas para decir (aunque quizás no les interesen a muchas personas) y quizás en otro lugar podré compartirlas con ustedes.
En lo que se refiere a PajaroJuarez.com.ar esta es la despedida formal. Necesité casi dos años para hacerla. Dos años para darme cuenta del milagro ocurrido. Dos años para ver el camino transitado. Dos años para darme cuenta que durante ese camino fui feliz. Seguramente en mis nuevos caminos también lo sea, de otras formas, sabiendo que ahora mi felicidad no es sólo mía y que ni siquiera soy feliz sólo por mi felicidad.
De esta sencilla forma, el Pájaro Juárez, Chispita y Amélie los saludan desde el tren que está saliendo en este instante.
Comentarios
Hace mil años que no nos vemos, y sin embargo al leerte me encuentro con el Juan que a su manera camina el mejor de los senderos...
Se cerró el círculo, empezás otro camino... mucha mierda para lo que viene... un camino con corazón, sin dudas !!!
Sos un groso, me gusta leerte... me había perdido tu blog desde hace tiempo... pero lo que leí recién me alcanzó para llenar el espacio que faltaba...
Qué hermosa historia de amor !!!
Algún día te voy a contar la mía, que se asemeja en lo intenso del sentimiento.
Un gran abrazo !!!
Walter.- (Pacho)
Que ser especial sos, Pajarin!
Te quiero con el alma toda y por transitividad también a esa familia hermosa (aunque deben estar toooodos re locos).
Amor-fluo
Cele.
Me alegro con tu alegría y con tus milagros. Un gran abrazo donde quepan tres. Horacio
Me hiciste llorar.
Gracias por la magia.